El coste de la bioseguridad en avicultura
Los números son siempre parámetros fríos que definen un panorama real de lo que se está haciendo en una empresa en todo momento sin que por ello podamos decir que son la realidad de lo que sucede.
Tenemos por las características de nuestros negocios, la producción avícola (ya sea producción de huevos o carne de pollo o pavo, sistema alternativo o ecológico o de producción especializada como es la el foie o la pluma), un apartado en los costes que denominamos de forma abstracta bioseguridad, donde referimos un buen número de costes que no siempre tienen la misma apreciación ni se visualizan igual.
Por defecto y al agrupar tantas y diferentes realidades, la bioseguridad, al igual que el bienestar, se concibe como un coste real sin beneficio alguno y que unicamente nos limita los beneficios. Si nuestra actitud no es la adecuada esta imagen es absolutamente imborrable y dificilmente justificaremos el coste que nos produce ya que probablemente la cuenta de resultados no reflejará que podria pasar si no se hiciera.
Hablando claro, si tenemos una plaga de ratones en una instalación nos encontramos que un ratón come unos 25 gr diarios de pienso y estropea otros 25 gr, es decir 50 gr por día. Si en un lado de la balanza ponemos los 50gr / día que consume-estropea por la plaga de ratones (pongamos que únicamente hay 250 ratones) nos encontramos con un consumo anual de 4,5 tn de pienso con el valor que tiene y que dedicamos a alimentar a estos «malditos roedores».
Si es nuestro caso, la campaña que realizemos para controlar esta plaga tiene una contrapartida donde reflejar si es rentable o no: He gastado 600 euros anuales en controlar los ratones y he reducido 1200 euros en perdidas en pienso.
Aquí no dudamos que una buena campaña de bioseguridad es eficaz, sin embargo la duda está servida cuando no es tam semcillo de cuantificar.
Los costes en control de plagas -roedores y insectos– son fáciles de cuantificar y así no gerenan dudas acerca de sus beneficios, ya que abarcan consumo de pienso, destrucción de la instalación y accesorios y por otro lado transmisión de enfermedades.
Cuando afrontamos estructuras de bioseguridad externas, como son las vallas perimetrales, ya encontramos alguna reticencia pues generalmente se asocia que las paredes son estancas y no entran los animales.
Esto no es así y hay numerosos casos de depredadores que han entrado por huecos insospechados y también hay que sumar el efecto preventivo frente a otras especies del contagio de enfermedades. Es un coste elevado con una amortización larga y por tanto al final el resultado por kilogramo producido se minimiza con el tiempo.
En cambio para la mayoría de pautas de bioseguridad internas es necesario cuantificar el daño que produce una enfermedad determinada si esta entra en nuestra instalación y teniendo en cuenta la prevalencia, mortalidad y dificultad de erradicarla. Ese es el coste que hay situar en la balanza frente al coste de las medidas de bioseguridad que evitan que este entre.
En esta balanza hay que instaurar también el coste emocional que supone sufrir una enfermedad grave que barre la instalación y tener que «tirar» los animales al contenedor de cadáveres, que a menudo es peor que el propio coste económico.
Para minimizar estos costes en bioseguridad de la instalación, la opción a escoger por tanto no es dejar de hacer una de ellas o hacerla justo para cumplir el expediente. Si limpiamos lo debemos hacer a conciencia y si desinfectamos no vale poner solo la mitad de desinfectante.
Hay que diseñar las medidas y realizar protocolos que permitan minimizar el tiempo y que este sea de máxima utilidad. Por aquí es donde podremos ahorrar dinero y disminuir ligeramente el coste, que no hay que considerar únicamente la cantidad de desinfectante utilizado, sino la aplicación eficaz de el. No es raro encontrar maquinaria poco eficiente que en lugar de aprovechar al máximo sus prestaciones realiza un falsa sensación de faena bien hecha.
O por ejemplo observar la entrada de roedores por extractores por los que no deberían de pasar, pere que nadie ha perdido 20 minutos en repasar que las hojas basculantes cierren bien cuando estan parados, y nosotros hemos repartido el rodenticida justo al otro lado de la nave.
¿Donde debemos invertir en bioseguridad?
Para ello debemos conocer donde se encuentran los riesgos de las instalaciones en los cuales se infiltran las enfermedades. Y ¿qual es el riesgo principal, vector principal o como quieran nombrarlo?
El principal agente transmisor de enfermedades es probablemente el hombre. Ya sea por la visita de una persona, veterinario, compradores, vehiculos, etc.
Si, nosotros mismos, los profesionales que trabajan en las granjas y los profesiobales que las visitan. Por ello el proveer de ropa de un solo uso o propia de la instalación a las visitas es una práctica fundamental y rentable a largo plazo.
En segundo lugar se encuentran las plagas: roedores, moscas, escarabajos, etc.
Posteriormente se pueden considerar la presencia de aves silvestres en los alrededores, aunque personalmente sospecho más del destino de los desechos como la gallinaza que por simple ley de Murphy aparecen en campos al lado de granjas con el consecuente riesgo.